Gredos tiene muchas piedras y los romanos se han asociado mucho con las piedras, por ese motivo, cualquier construcción en Gredos que tenga piedras pronto se asocia a los romanos.

Uno de los lugares que siempre se asocia a «romano» es por ejemplo el puente sobre el río Barbellido en Navacepeda de Tormes (San Juan de Gredos), un puente que salva el charco llamado Pozo de las Paredes.

Algunos que no tenemos mucha idea de arquitectura civil y por supuesto romana, nos dicen que este puente es de la época de los romanos y no lo vamos a poner en duda, es un orgullo que los romanos dejaran semejante obra para la posteridad.

Pero claro, si lo piensas bien, qué interés tenían hace unos 20 siglos en Navacepeda, un pueblo posiblemente surgido en el siglo XV en la época de la reconquista, de ir hacia las altas montañas, cuando la península estaba prácticamente «vacía».

Otro de los ejemplos romanos de la zona es el Puente del Duque en Hoyos del Espino, donde se dice que el actual se construyó en el lugar de otro anterior, romano, por supuesto, en la década de los 40 del siglo XX.

Nuevamente cruzar a la alta montaña hace dos mil años desde un pueblo que no existió hace más de 500 años parece algo extraño.

La última de las «construcciones romanas» de la zona es por supuesto, la más famosa: la calzada del Puerto del Pico. Todos tenemos en mente cómo son las calzadas romanas: una obra impresionante para su época que tiene «cosas» por debajo y se remata con piedras, sobre las que camina el ganado, los caballos y los carros. Un empedrado pero a lo bestia.

En las ciudades hubo calles empedradas, y si pensamos en el motivo, pudiera ser para evitar de barro y polvo a las viviendas de la zona, pero no por su utilidad. Los empedrados de las calles fueron sustituidos por asfalto en cuanto se pudo. Entonces ¿los romanos iban a empedrar sus caminos? Pues es posible que en las zonas urbanas así lo hicieran, pero fuera de ellas ¿para qué? ¿para dañar las pezuñas de los animales? ¿para destrozar las ruedas de los carros?

Isaac Moreno Gallo, ingeniero, ha estudiado por afición las calzadas romanas, viendo que estamos muy equivocados. Cuando en la actualidad hemos descubierto una calzara romana hemos visto grandes piedras, igual que cuando descubrimos un dinosaurio vemos sus huesos, pero no su piel o sus tejidos blandos: esos desaparecieron hace tiempo.

¿Y cuáles son los tejidos blandos de las calzadas romanas? Pues las capas de piedra, grava y zahorra que tenían por encima, que hacían que el firme fuera adecuado para alcanzar grandes velocidades, cosa que conocemos de algunos escritos de la época, donde se hacían cientos de kilómetros diarios en desplazamientos que con un firme de piedra hubiera sido imposible.

No sólo eso, sino que las calzadas romanas tenían que ser sobre todo útiles y eficientes, por lo que la pendiente de estas calzadas nunca superaban el 6%. Por lo tanto, la del Puerto del Pico, sintiéndolo mucho, no puede ser una calzada romana, sino más bien, de hace unos pocos cientos de años y con un fin distinto: el de la trashumancia.

En estos días leemos en la prensa que las Cortes de Castilla y León han aprobado analizar el estado de la calzada ¿romana? del Puerto del Pico. Bien por conservar el patrimonio, pero quizá deberíamos poner en valor la trashumancia y no el legado romano de Gredos, no podemos tenerlo todo, dejemos ese privilegio para Mérida.

En este interesantísimo artículo puedes leer los argumentos que hacen de esas calzadas romanas que no sean romanas: Recuperan una calzada romana en Soria, pero una de verdad. Ahí nos explican cómo eran realmente las calzadas romanas, y cómo en la edad media casi todos los puentes del país cayeron por culpa de graves riadas. Así que ni calzadas ni puentes romanos en Gredos.

Y puedes conocer más de calzadas romanas con Isaac Moreno gracias al programa Ingeniería Romana de Radio Televisión Española

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